Por allí pasaría la mirada del neorrealismo, la mirada de la nouvell vague, algunos caprichos personales míos como un toque Anthony Asquith, un toque Shohei Imamura, un toque Santiago Álvarez y, por supuesto, un toque
Matrix. Secuestraría planos de
El Padrino II y de
Taxi Driver, unas líneas de diálogo de
Blade runner, malentendidos y coincidencias del maestro Lubitsch, personajes huyendo a la manera de Truffaut, la canción
Soldier boy de
El ángel azul y
Senderos de gloria, una mujer metiendo agujas de hacer punto por el ojo de una cerradura, la frase "Cada vez que escucho a Wagner me entran ganas de invadir Polonia", un póster de
Garganta profunda y otro de
El hombre de la cámara, montaje paralelo a lo Griffith, cámara en mano a lo Cassavetes culminado en Dogma 95, gestos de Marlon Brando y miradas de Lilian Gish, cigarrillos a lo Bogart (los ceniceros los volcaríamos como Billy Wilder en
Perdición), vestuario muy Manuel Puig; y todo en siete minutos y medio".
Si te gusta este fragmento extraído de la obra de Alberto Olmos, te gusta el cine.
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